LOS TRES GRADOS DEL REIKI
La práctica del Reiki tiene tres grados
o niveles, aportación del médico Hayashi, que están en función de las
diferentes iniciaciones o sintonizaciones. Los tres grados del Reiki son
divisiones para facilitar su estudio y alcanzar el nivel de Maestro.
Estos
fueron una aportación del médico Hayashi, alumno de Usui. De cualquier
forma ya viene siendo una larga tradición el impartir la formación Reiki
por pasos, grados o niveles.
El iniciado Reiki-I se llama Servidor
de la Luz, porque desea enfatizar la noción de servicio, de entrega, que
es la base de amor y compasión necesaria en toda práctica terapéutica.
Este grado faculta para realizar tratamientos por las manos, sea a uno
mismo o a otro ser vivo. Por ello, el sanador Reiki-I es un terapeuta
manual.
El iniciado Reiki-II se llama Portador de la Luz, y faculta
para realizar tratamientos a distancia o mentales, por lo que el sanador
Reiki-II es un terapeuta psíquico.
El iniciado Reiki-III se llama
Maestro de la Luz, y tiene la tarea de enseñar el sistema a las
sucesivas generaciones, así como transmitir las iniciaciones a los
nuevos sanadores.
El terapeuta manual Reiki simplemente aplica sus
manos conscientemente, la intención es el activador, y la energía se
conduce de modo impersonal. El sanador psíquico interviene voluntaria y
personalmente en el proceso de canalización, al elegir la modalidad de
patrones energéticos que se imprimen en el receptor. El maestro Reiki
tiene la más alta responsabilidad, al convertirse en un sostenedor de la
enseñanza, que significa que tiene por delante la tarea de equipararse
realmente con los guías espirituales que están en los planos de pura
Luz.
Reiki toma la apariencia de un sistema de sanación espiritual,
psíquica y física, pero es mucho más, aún siendo eso. Reiki es la Luz
divina que nos constituye esencialmente y que lo constituye todo. Al
recibir Reiki o iniciarnos como reikistas estamos alineando nuestra
conciencia individual y relativa con la conciencia universal y absoluta.
Estamos propiciando nuestro reconocimiento dentro de la no-dualidad
última de todas las cosas, se revela lo que siempre ha sido, el Yo Soy
que no conoce límites de nombre y forma.
El Reiki nos cura y nos sana
en todos los sentidos de nuestra existencia y manifestación relativa,
porque de hecho estamos disolviendo cualquier definición limitadora de
nuestra existencia en relación a lo único que es, lo divino. Al
encontrarnos conscientemente en presencia de la Sustancia universal
-dentro, alrededor y a través de nosotros- permitimos que ese principio
de unidad absoluta sea operativo en sus propios términos de armonía y
perfección ilimitada. Esto es lo que significa "conectar" o "alinearnos"
con Reiki; en realidad no es una conexión o alineamiento mas que del
espíritu, de la conciencia. El cuerpo emocional se purifica y transpira
amor por todo y todos. El centro vital se equilibra en la paz y
estabilidad de la inseparabilidad divina. El organismo físico se libra
de desarmonías.
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